Por Samuel Alejandro.
Luego de releer la radiografía a la nueva
contrarrevolución en Cuba que hace Javier
Gómez Sánchez en su publicación del día 19 de abril/2017 (http://lapupilainsomne.wordpress.com.linkis.com/f20Du)
no encuentro otro título más adecuado para mi
reflexión, que me sugiere la manera en que aborda este autor, entre otros
temas, el “Famoso” caso de la estudiante de periodismo expulsada por estos día
de la Universidad Central de Las Villas
al intentar, de manera impune y descarada, hacer proselitismo contrarrevolucionario
entre sus propios compañeros de estudio.
Con meridiana claridad Javier Gómez hace un llamado sobre el intento de enmascarar el
resultado de proyectos contrarrevolucionarios de gestación in vitro (Made in
USA) detrás de ingenuas apariencias “… que
simplemente desconocen el proceso revolucionario…”, aun cuando este propio
proceso los dota del derecho de recibir la misma educación que los que insisten
en mantenerse alejados de la hipocresía y el mercenarismo que generan las nuevas
tendencias contrarrevolucionarias mediante el empleo de los medios de
comunicación.
“… la insistencia en seguir llamando ¨no revolucionarios¨ a los
¨contrarrevolucionarios¨ busca envolver en el manto protector de la tolerancia
las actividades de grupos políticos abiertamente financiados por los Estados
Unidos. Un ¨contrarrevolucionario¨ activo y militante, jamás podrá ser
considerado como un inocente ¨no revolucionario¨.
Ciertamente, como se publicara en
un Medio de Desinformación innombrable: “… la expulsión de Karla
María Pérez González, estudiante de primer año de periodismo de
la Universidad Central Martha Abreu de Las Villas (UCLV), ha tenido amplia
repercusión en la prensa independiente, las redes sociales y en medios europeos
y estadounidenses…”.
Cabría preguntarse si la trascendencia informativa ocurre, por el valor noticioso
del hecho en sí o por lo aislado que resulta un caso como este en un país donde
insisten en presentar sus desaciertos
bajo el lente de una lupa y sus progresos, mirados con recelos desde lejos.
La realidad salta a la vista y con ella las reales
intenciones de la “afectada” se hacen
evidentes al escuchar sus declaraciones “lastimosas”
en las que refiere “… yo quiero estudiar
periodismo y si no puede ser en Cuba veré si puedo estudiarlo en otro lugar del
mundo". Sin
dudas, después de este show tan meticulosamente estructurado: ¿Quién pudiera
negarse a otorgarle una “beca gratuita”
a esta nueva víctima del régimen de los Castros? ¡Que decepcionante sería para
este ángel caído, su madre plañidera y sus financistas, que se revocara su
sanción y le fuera otorgado el derecho de reincorporarse a su carrera el
próximo año!
Como dijera Javier Gómez: “…La
contrarrevolución ha evolucionado, ha evolucionado tanto, que va dejando atrás
la capacidad colectiva y articulada, institucional y organizacional de
enfrentarla…” Resulta evidente que las
intenciones de destruir la revolución se mantienen latentes y no serán los Desquiciados Fariñas, los Gánster Ferrer o las Ratas de
Blanco las que atraigan la atención de unos medios anticubanos cansados de ser
ridiculizados por las mentiras que sistemáticamente reproducen al referirse a
esta fauna casi extinta.
Está clara la definición que “… la Contra, ayudada por la seudo revolución,
pretende lograr el acceso de su acción política a las universidades, apelando
al derecho ciudadano y constitucional de acceso al estudio. Para luego pedir, o
mejor dicho, exigir, como hace la persona que se presenta como la madre, que alguien que milite en
un grupo con financiamiento norteamericano pueda libremente hacer su trabajo al
servicio de Estados Unidos en la universidad, y que debe permitírsele…”. Aun
así, confundir en estos casos el tacto con la inmovilidad; la tolerancia con la
cobardía o la prudencia con la apatía, son cuestiones que de manejarse
inapropiadamente pudieran servir la mesa en bandeja de plata al enemigo.
Son los propios Medios de Desinformación
Anticubanos los que nos dan la razón a nuestra causa y reconocen el poder indestructible
de la revolución al verse obligados a magnificar hechos tan puntuales como
estos, que a la larga se disuelven entre otorgamientos de becas y premios; discursos
retóricos y montajes grotescos.
Parafraseando entonces a mi colega Javier Gómez Sánchez e intentando (con
su disculpa) dejar mi impronta en su sabia reflexión:
“La
Universidad no es para los revolucionarios, es para quienes (con
inteligencia) impiden que se haga
contrarrevolución en ella”.
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