A los revolucionarios más jóvenes, especialmente, recomiendo
exigencia máxima y disciplina férrea, sin ambición de poder,
autosuficiencia, ni vanaglorias. Cuidarse de métodos y mecanismos
burocráticos. No caer en simples consignas. Ver en los procedimientos
burocráticos el peor obstáculo. Usar la ciencia y la computación sin
caer en lenguaje tecnicista e ininteligible de élites especializadas.
Sed de saber, constancia, ejercicios físicos y también mentales.
En la nueva era que vivimos, el capitalismo no sirve ni como
instrumento. Es como un árbol con raíces podridas del que sólo brotan
las peores formas de individualismo, corrupción y desigualdad. Tampoco
debe regalarse nada a los que pueden producir y no producen o producen
poco. Prémiese el mérito de los que trabajan con sus manos o su
inteligencia.
Si hemos universalizado los estudios superiores, debemos
universalizar el trabajo físico simple, que ayuda por lo menos a
realizar parte de las infinitas inversiones que todos demandan, cual si
existiera una enorme reserva de divisas y de fuerza de trabajo. Cuídense
en especial de los que inventan empresas del Estado con cualquier
pretexto y administran después las fáciles ganancias cual si hubiesen
sido capitalistas toda la vida, sembrando egoísmo y privilegios.
Mientras no se tome conciencia de esas realidades, ningún esfuerzo
puede realizarse para “impedir a tiempo”, como diría Martí, que el
imperio al que vio surgir por haber vivido en sus entrañas, destroce los
destinos de la humanidad.
Fragmento de la Reflexión Regalo de Reyes, publicada el 14 de enero de 2008
Tomado de la Pupila insomne.
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