PROMETO QUE LA VERDAD NO ME LA CALLO

lunes, 27 de febrero de 2017

UNPACU: “A falta de Huelguistas, tenemos Nudistas…”


Por Samuel Alejandro.

Como si tanto no fuera suficiente, se destapa nuevamente entre los "Opositores Pacíficos Cubanos" un nuevo escándalo que promete alcanzar dimensiones épicas. 

José Daniel Ferrer García, autodenominado líder de la Unión Patriótica de Cuba, se ha visto obligado a salirle al paso a la divulgación de fotos íntimas en las que aparece su concubina Liettys Rachel Reyes Tur posando semidesnuda en un cuarto u oficina en el cual el líder de UNPACU pudiera estar ocultando para sí los medios cómputos enviados desde “El Exilio” para “la lucha por la Libertad de Cuba”.

Entre perretoso y acongojado se presenta hoy un José Daniel Ferrer para inculpar nuevamente al “régimen” e intentar justificar su mediocridad como líder y sus evidentes limitaciones como pareja.

Nada nuevo que ver, pero al menos resulta divertido asistir a este nuevo capítulo de una serie en la que sus personajes insisten en debatirse entre  Ridículas Huelgas de Hambre; Otorgamientos de Premios Fatuos e Impotencias Sexuales Frustrantes. ¡Qué barbaridad!


sábado, 11 de febrero de 2017

Sustanciar, no adjetivar: ¿cómo aplica La Joven Cuba su política editorial? Por Carlos Luque Zayas Bazán.

tijeras

Por Carlos Luque Zayas Bazán.
En reciente texto La Joven Cuba aclara cuál es su línea editorial. Un reconocimiento explícito de que toda política comunicacional tiene la suya como fundamento de lo que permite publicar, y que en este caso la expone explícitamente para fundamentar las exclusiones del texto de Javier Gómez Sánchez que apareció en LJC sin partes importantes que fueron excluidas según esa línea editorial. ¿Es consecuente LJC en la aplicación de su línea editorial?
Uno de los núcleos duros de esa línea principista declara:
“En LJC no hay espacio para la adjetivación y la demonización, el debate actual es a pensamiento y esa debe ser el lenguaje que usemos.”
Loable propósito. Tomemos sólo un artículo reciente para constatar el modo en que se sigue ese principio editorial, Los periodistas imprescindibles. Una rápida relectura y ya en sus primeras palabras encontramos una cascada de adjetivaciones – o participios en función adjetiva -, refiriéndose, de modo generalizador, a los periodistas cubanos y a la relación Prensa – Partido, pero con adjetivación de carga y función negativa:
“Mal pagados…”
“…cansados…”
“…subordinados…”
“Mediaciones absurdas…”
El resto del texto está formado por un conjunto de perífrasis adjetivas, juicios de valor, que es lo propio de la adjetivación, si no demonizantes, claramente descalificadoras. Sólo dos ejemplos:
“Aparato que se desgasta…”, se refiere al Partido…
“…tijeras sin compasión…”, se refiere a la censura…
Y así, pudiéramos analizar cómo aplica y colegia LJC su línea editorial en el artículo citado. ¿Se eliminan las expresiones adjetivas en unos textos, y no en otros? En el artículo de Javier Gómez asombra el celo que se tuvo en no “demonizar y adjetivar” al periodismo “independiente”. Pero en el fragmento eliminado en el texto del autor Javier no se advierte la adjetivación demonizante, sino la precisión mediante adjetivos de hechos existentes en el fenómeno de la guerra mediática. Recordemos:
fondos extranjeros,
becas generosas,
publicidad camufladora o
sospechosos crowdfunding.
¿Alguien pudiera negar que todas esas cualidades son puntualmente ciertas?
En cuanto a que las ideas no se matan, sino se superan por otras ¿dónde están en este texto tales ideas superadoras?
Una lectura un poco más atenta permite fijar un conjunto de observaciones, constataciones, no proposiciones que superen a otras, sino fundamentalmente cargadas de valoraciones negativas (la adjetivación, etc.), es decir, lejanas de la proposición de ideas superadoras, que sería el otro objetivo declarado de la línea editorial de LJC. Se destacan valoraciones de esta índole que son las predominantes del todo el texto:
El modelo sigue haciendo aguas.
La agenda mediática oficial no es víctima de conspiración alguna.
(Lo anterior, sin comentarios. Evitemos las adjetivaciones, pero me recuerda a alguien que afirmaba que en Cuba ni contra Cuba había una guerra cultural.)
En resumen, no creo que se haya aplicado aquí con tanto celo la línea editorial con la cual se intentan explicar las diferencias del texto de Javier con respecto al que se publicó en La Pupila. Si en lugar de responder a las preguntas que muchos han hecho y se están haciendo con respecto a esas diferencias, y ahora se harían sobre el modo como se aplica la línea editorial en esta y otros artículos, si en lugar de eso, se pretexta el intento de desacreditar a la LJC, y si el argumento es ver fantasmas y conspiraciones, al menos este comentarista se atiene a una contradicción, aquí sin adjetivación descalificadora, sino esta conclusión al canto: la regla aplicada al texto de Javier no es aplicada a todos los textos. No pongo en duda la integridad ética de nadie cual persona: constato una flagrante contradicción y una censura ideológica interesada.
La evidencia: se le propuso eliminar al texto de Javier un procedimiento que está, ostensiblemente, en el texto de Harold Cárdenas que analizo. Y otro hecho: la adjetivación negativa en un caso está aplicada a la prensa, el Partido y los periodistas cubanos, y esa pasa por el filtro, y la adjetivación de Javier está dirigida a la guerra mediática contra Cuba, y eso no pasa. ¿Por qué? No puedo afirmar que el testimonio de Javier en ese aspecto sea cierto o no, aunque mi criterio subjetivo es favorable dada pruebas documentales como esta, que no es la única, pero el hecho cierto es innegable: con esa eliminación se impedía el ejercicio de un criterio y no se enteraba ni Cuba Posible, ni Periodismo de Barrio, ni OnCuba, ni otros, ni nadie. ¿Por qué esa delicadeza adjetival con unos? ¿Por qué esa severidad calificadora con otros? Allí está el contenido político, e ideológico que interesa. Y era un derecho del censurado hacerlo conocer, tanto como difundir su texto íntegro, así como con el testimonio que es la historia de lo que juzga una deriva que no compartía, y la negación de LJC a aceptarle una postura crítica que proponía al proyecto.


 Tomado de "El Aldeano Vanidoso"

Un viejo pánico… en clave sibilina…

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Francisco Rodríguez Cruz ha escrito una Carta Abierta a Iroel Sánchez que es una obra maestra del estilo sugerente e indirecto. Si no temiera que fuera considerado un término peyorativo, estaría tentado a calificarlo de sibilino, que en verdad viene a la mente casi como un elogio, pues no hay manera más eficaz de afirmar, que insinuar y deslizar juicios y significados que aparentemente no se admiten ni dicen, pero se dicen. No, pero sí.
Veamos algunas muestras del estilo sibilino.
El abierto remitente escoge la vía de la carta pública. El espíritu de su comunicación a Iroel Sánchez se supondría constructivo, nada menos que una exhortación a no dañar a la Revolución, pero mediante la conjetura de que el daño infligido es grave. Sin embargo no dirige la carta directamente al destinatario, de quien conoce algo de su biografía y con quien da a entender que ha intercambiado personalmente, quizás con amabilidad. Porque el periodista, además de a Iroel Sánchez, quiere que otros conozcan su criterio. Es la finalidad de las cartas públicas, ¿no?. Aunque admite que puede equivocarse – el estilo sibilino, en estos casos, y sobre todo en estos casos, nunca afirma casi nada con claridad – opina que la tarea de Iroel Sánchez puede estar “dañando gravemente” a la Revolución. El remitente no se ahorra el adverbio superlativo, el de grado sumo.
Para sostener tan “grave” suposición, hay que tener argumentos, y el remitente los tiene, aunque se necesita cierta labor de memoria histórica para dar con ellos, (como veremos al final de esta nota).
En el mismo último párrafo está el principal de sus temores-argumentos: sin decir, dice, porque lo pone en boca del receptor, como si el remitente no lo dijera, (recuerden, el estilo sibilino), que una de las razones del daño consiste en ese “tipo de emplazamientos personales” que se estaría haciendo desde el blog La Pupila Insomne.
El argumento de “los ataques o emplazamientos personales” ha sido siempre el arma predilecta de aquellos que no pueden discutir o argumentar en el campo de las ideas y los conceptos, contra los argumentos que se publican en La Pupila. Es algo que escapa a mi escasa inteligencia no comprender por qué el que opina que es objeto de un ataque personal no hace precisamente lo contrario: responde o contesta a los argumentos que se le oponen. Olvidan que están haciendo lo mismo si abandonan el campo del pensar: en efecto, al decir que emplazas o atacas mi persona, y no mis ideas, me estás calificando, no por mis ideas o concepciones, sino acusando de ser un acosador injusto. ¿Si o no? Ese argumento es universalmente desacreditado precisamente por lo anterior: es un procedimiento de suma cero en que el que se queja hace lo mismo de aquello que se queja.
Pero yo no quiero suponer a priori, por ejemplo, que en esta Carta Abierta su autor haga un emplazamiento o un ataque personal al autor de La Pupila, pese a que nada más directo, y a la vez público, que el formato escogido, con nombres y apellidos, y el señalamiento de un grave daño, nada menos que a algo tan inmenso y de importancia para todo un país, como es su revolución. Quiero analizarlo. Está claro que una entidad específica es la persona de Iroel Sánchez, de cuya ética personal o privada nada negativo opina el autor, y otra su tarea pública y social como bloguero y la honestidad con que la ejerce. Pero si la intención secreta del autor fuera desacreditar a Iroel Sánchez como persona, eso sólo podría saberlo en su fuero interno. De nada vale pues, como defensa de las ideas, argumentar el ataque a las personas. De nada vale pues, tampoco utilizarlo como argumento para defender a otras personas al no ser que se prejuzgue y no se demuestre.
Los que califican a Iroel Sánchez, y a cualquiera, como un representante del “oficialismo, le están infligiendo lo que dicen repudiar, están cometiendo aquello de que se victimizan. Pues esa descalificación conlleva a decir que las convicciones del “oficialista” son simuladas, mercenarias, o que vende su conciencia a cambio de prebendas o privilegios. Vaya manera de no emplazar lo más importante del ser humano, que es su dignidad. El autor de la Carta Abierta pudiera escribirle a los que califican de “jauría” a los que escriben en La Pupila, que está dañando gravemente la dignidad personal, no de Iroel Sánchez, sino de varias personas. Pero quizás no lo haga porque el autor del calificativo seguramente hasta publica la Carta Abierta del remitente de Iroel.
Yo lo voy a decir con toda claridad: no me temo, sino que estoy seguro, que con esa opinión sobre los trabajos de La Pupila deben estar muy satisfechos aquellos que con toda seguridad han hecho mucho, y lo seguirán haciendo, por dañar, y bien gravemente, a la Revolución. No por la persona de Iroel Sánchez. Está claro que si los principios de Iroel Sánchez no fueran los fundamentales de la Revolución no tendría importancia ninguna hacer una campaña para desacreditarlo. Como alguien dijo, la campaña tiene otro blanco.
Pero para demostrar que desde La Pupila se hacen ataques personales, habría que analizar al menos uno de sus trabajos referidos a esas “concretas personas” víctimas, y demostrar cuándo no se analizan conceptos, ideas, ideologías o cosmovisiones, o simplemente cuándo no se exponen datos y hechos. El caso es que esto no se hace, porque si no, dónde se quedaría eso de ataque personal. Un ataque personal es la intromisión en la condición estrictamente ética privada. Las personas que publican ideas y forman opinión pública otorgan el derecho a que se critiquen sus juicios, opiniones, fuentes. En ocasiones es importante saber quiénes son. Las ideas o valoraciones políticas no se crean por obra del espíritu santo.
Como el remitente de la carta a Iroel Sánchez no menciona cuáles son esas “personas concretas” que serían el objeto de los ataques de La Pupila, a este lector le resulta obvio que está pensando, aunque también se refiere a jóvenes, ¿será LJC?, en el periodista uruguayo radicado en Cuba y corresponsal de un medio extranjero, que por cierto, acaba de reproducir la Carta abierta a Iroel. Este lector agradecería que alguien hiciera un compendio de los ataques personales contenidos en los trabajos que se refieren a ese periodista. Si un comunicador, por poner un ejemplo, publica una síntesis no autorizada del trabajo de otro autor, y el simple examen de esa síntesis autoriza al autor a juzgar que se ha torcido el hilo central de su tesis, esa acción la hizo una persona con nombres y apellidos y no hay manera de analizar el caso sin dar a conocer quién lo hizo. Y así, como muchas otras acciones y sobre todo concepciones ideológicas que son las que se analizan en La Pupila. Es que a veces no tenemos algo distinto para argumentar que victimizarnos, última ratio de la carencia de argumentos.
Pero hay algo más importante en la Carta Abierta, porque el argumento de los emplazamientos personales no se sostiene, como vemos. Y es la asimetría de “poderes” que el autor de la carta sugiere que existe, siempre sibilinamente, entre el blog, o más bien, y ahora sí, entre la persona, el trabajo y las fuentes del autor de La Pupila, y los que serían las víctimas de sus ataques. Allí está la más grave insinuación… al estilo sibilino.
Para el mejor entendimiento de lo que califico, al menos para mí, como lo más importante de esta carta, reparemos en un dato que sólo se le escaparía a un desconocedor de la historia cultural cubana: sea o no voluntario, – eso sólo puede saberlo su autor -, es un acierto literario finalizar la carta con la expresión “tengo mucho miedo…”. Uno recuerda inmediatamente a Virgilio Piñera diciendo lo mismo en aquellas reuniones que dieron lugar a Palabras a los intelectuales. Pero también nos hacen recordar que cíclicamente se agitan en Cuba viejos pánicos y fantasmas, y asustadas y temblorosas personas advierten sobre la próxima aparición de nuevas décadas grises, apenas creen avistar la más pequeña nube, con lo cual se intenta reactualizar y reverdecer una etapa ya muy lejana y superada, o que en todo caso debe ser abordada en su contexto, como algunos lúcidos autores lo han hecho.
Lo cierto es que estas advertencias de nuevos grises quinquenios, aquellos temores, encuentran rápidamente el apoyo y el eco allá, aquí y acullá, en aquellos medios que parece que nos quieren tanto, que tiemblan junto a nosotros nuestros miedos, como acaba de suceder mientras escribo. Porque ya aparecen los corifeos plañideros de las ficticias tragedias, sobre las cacerías de brujas en Cuba. Son los mismos medios que hasta se atreverían a lamentar el daño que el blog de Iroel Sánchez le podría hacer a la Revolución, porque suelen mimetizarse y dolerse hipócritamente de nuestros dolores, para confundir a los incautos. Lo que nunca harán es reproducir un trabajo de La Pupila. Ninguno de esos en que no hay criterios contra las personas, sino un análisis de las ideas que exponen y las tareas que hacen. Me pregunto si de vez en cuando no debemos preguntarnos si es posible que estemos haciendo algún daño cuando voceros y plataformas evidentemente enemigas comienzan a corear y magnificar nuestros temores.
Volvamos, por último y finalmente, a lo que llamo la asimetría de poderes insinuadas por el autor de la Carta Abierta. Tengamos presente que desde una asimetría de poder, se puede ejercer una más fácil opresión de la víctima, o ejercer represalias.
El autor de la carta no sólo le supone a Iroel Sánchez fuentes de información privilegiada, sino además, le afirma, pero dicho con muchos circunloquios, “una posición que ostenta o sugiere una autoridad oficial —como sucede contigo y La pupila insomne”. Obsérvese la genialidad del estilo sibilino: “ostenta o sugiere”, pero “como sucede contigo”. ¿Lo ostenta o sugiere Iroel? ¿O lo sugiere o lo ostenta el remitente? Con el estilo sibilino genial nunca se sabe…
Lo que resulta evidente es que aquí está repitiendo un argumento bien caro a los adversarios, y a los adversarios no sólo del bloguero revolucionario, sino por cierto, caro a los enemigos ideológicos de la Revolución, que usan la dicotomía oficial/no oficial y oficialismo/no oficialismo para desacreditar al primero como representante del poder estatal, y aprovechar el prestigio “libertario” del segundo concepto. Desde allí, desde el supuesto poder oficial de La Pupila Insomne se crea la injusta metáfora de una asimetría de poderes que convertirían a La Pupila en el responsable de represalias futuras. Esta es la tesis transversal de la cuidadosa redacción de la carta. Lo que no quiere decir con todas sus letras, pero al fin y al cabo, sibilinamente, dice.
Este lector, al menos en los textos que conoce y discuten las ideas de “los emplazados personales”, sólo ha visto calzar las opiniones con fuentes y documentos públicos, cubanos o extranjeros, o estudios e investigaciones, y nunca una suposición que no pueda sostenerse o mediante una cita, o mediante un dato, público, y no sacado de soterradas fuentes secretas. El que respeta la inteligencia ajena debiera suponer que si Iroel Sánchez dispone de fuentes privilegiadas – y que serían en todo caso para defender a Cuba – no cometería el burdo error de utilizarlas sin poder responder a la exigencia de un lector de que pruebe la veracidad de sus datos.
Y, además, ya en otra ocasión Iroel Sánchez se vió obligado a la no ingrata tarea de presentar a su tenebroso, poderoso y secreto equipo de trabajo: una foto familiar.
De las opiniones del autor de esta Carta Abierta, debo confesar que conozco muy poco, sólo esta carta, y por lo tanto no hay ni la más mínima alusión personal que no sea el análisis de las ideas, la intencionalidad y el estilo que he procurado hacer. Sí conozco un juicio suyo, emitido en Facebook, “Un traidor, incluso aunque tuviera razón, no dejará de ser nunca un traidor”, que me llamó, confieso que muy desagradablemente la atención, referida a la persona de Javier Gómez Sánchez. Dejo a los lectores juzgar, pero si no es uno de los más duros ataques que se puedan realizar a la condición ética personal, admito que en la otra vida debo realmente aprender a leer y estudiar nuevamente la Ética a Nicómaco.
Un traidor es aquel que simula o simuló una convicción compartida con otros y nunca fue verdadera. O aquel que abandona a una organización y niega sus convicciones anteriores, pero a cambio de ventajas personales sin importar, incluso, en este caso, ni cuáles son sus convicciones para considerarlo un traidor y además, mercenario.. A veces tengo mucho miedo del relativismo en términos de causas políticas.
Pero de esos momentos de miedo uno tiene muchos motivos para empinarse, muchos en nuestra historia, mucho en la gente común que uno conoce, mucho en la fe en el mejoramiento humano, y sobre todo mucho estímulo cuando uno lee palabras como estas, escritas por un hombre que muchas veces sí es atacado con los peores epítetos, y claro está, tiene los enemigos que merece, pero también la entereza de no victimizarse, y diferenciar lo que realmente importa a la Revolución. Cito estas palabras porque coinciden con lo que siempre he pensado al respecto y lo habría querido expresar de ese modo:
“Tengo la convicción de que ser incomprendido, por un jefe o por un colega al criticar, incluso llegar hasta ser atacado o injustamente castigado, es para un revolucionario, siempre que no tenga de qué avergonzarse, una oportunidad para, lejos de victimizarse, emprender nuevos caminos y entregarse más en beneficio del pueblo al que nos debemos, nunca una justificación para aliarse o justificar a quienes buscan destruir nuestro proyecto.”

 
 Tomado de "El Aldeano Vanidoso"