Por Iroel Sánchez
“Para nosotros, igual que para Venezuela y Nicaragua, está muy claro 
que se estrecha el cerco”, planteó Raúl Castro este 26 de julio en 
Santiago de Cuba. El Primer Secretario del Partido Comunista cubano 
resumía así el escenario internacional resultante de las políticas 
estadounidenses caracterizadas “por el irrespeto, la agresividad, el 
injerencismo y la burda manipulación de la verdad histórica.”
Raúl intervenía en acto de recordación de los 65 años en que en igual
 fecha un grupo de jóvenes entre los que estaban él y Fidel asaltaron en
 esa ciudad la segunda fortaleza militar de la Isla en un primer intento
 por derrocar a un dictador que contaba con el apoyo estadounidense y 
hacía amplios negocios con la mafia de aquel país.
Así lo veía John F. Kennedy en tiempos de su campaña electoral por la presidencia de EE.UU.:
“Quizás el más desastroso de nuestros errores fue la decisión de 
encumbrar y darle respaldo a una de las dictaduras más sangrientas y 
represivas de la larga historia de la represión latinoamericana. 
Fulgencio Batista asesinó a 20 000 cubanos en siete años, una proporción
 de la población de Cuba mayor que la de los norteamericanos que 
murieron en las dos grandes guerras mundiales…Voceros de la 
Administración elogiaban a Batista,  lo exaltaban como un aliado 
confiable y un buen amigo, en momentos en que Batista asesinaba a miles 
de ciudadanos, destruía los últimos vestigios de libertad y robaba 
cientos de millones de dólares al pueblo cubano.”
Sin embargo, la narrativa hegemónica que llega hasta hoy presenta al 
gobierno cubano como una dictadura que acabó con la próspera democracia 
que reinaba en la Isla antes de 1959. Una parte de esa narrativa llega a
 reconocer el carácter sangriento de Batista sólo para legitimar lo que 
había antes pero la palabra del Presidente asesinado oscuramente en 
Dallas tampoco es muy amable con esa realidad:
“En 1953 la familia cubana tenía un ingreso de seis pesos a la 
semana. Del 15 al 20 por ciento de la fuerza de trabajo estaba 
crónicamente desempleada. Sólo un tercio de las casas de la Isla tenían 
agua corriente y en los últimos años que precedieron a la Revolución de 
Castro este abismal nivel de vida bajó aún más al crecer la población, 
que no participaba del crecimiento económico.”
La verdad es que los gobiernos electos que antecedieron a Batista se 
caracterizaron por la corrupción, el gansterismo, el entreguismo y el 
asesinato de sindicalistas, a pesar de una Constitución, proclamada en 
1940, cuyas concepciones de avanzada para la época, en buena medida 
impulsadas por seis constituyentes comunistas, nunca se implementaron. 
La Constitución condenaba el latifundio y se proponía regular el 
monopolio en el comercio, la industria y la agricultura, pero según 
Kennedy, al triunfo de la Revolución
 “las empresas norteamericanas 
poseían cerca del 40 por ciento de las tierras azucareras, casi todas 
las fincas de ganado, el 90 por ciento de las minas y concesiones 
minerales, el 80 por ciento de los servicios y prácticamente toda la 
industria del petróleo y suministraban dos tercios de las importaciones 
de Cuba.”
Entrevistado por la periodista Rosa Miriam Elizalde, el intelectual 
comunista cubano Fernando Martínez Heredia caracterizó así la situación 
anterior al golpe batistiano:
“Cuando yo era niño la democracia burguesa en Cuba regía muy bien
 y mejor que en muchísimos países, y además se trataba de que el 
presupuesto nacional fuera aprobado por el Congreso. El Presidente de la
 República tenía un Primer Ministro, se transmitían por radio los 
debates, la televisión nueva también se metió en la política, la 
libertad de expresión cubana en la República burguesa neocolonial -no es
 una pseudorepública.
“Allí la libertad de expresión era bastante alta y ¿por qué?, 
porque era funcional a la dominación capitalista en Cuba. Que todo el 
mundo pudiera opinar lo que quisiera, pero que las cosas continuaran en 
lo esencial sin cambios; por eso todos los partidos políticos cubanos en
 un momento dado estuvieron a favor de la Reforma Agraria, pero solo el 
triunfo militar-político de los revolucionarios pudo hacer la Reforma 
Agraria. Esa es una experiencia histórica.”
La Constitución Socialista cubana de 1976, a diferencia de la de 1940
 debatida por el pueblo y aprobada por este en referéndum,  tuvo al 
frente de sus redactores a Blas Roca, uno de aquellos constituyentes 
comunistas. Quien fuera entonces Secretario General del Partido de los 
comunistas cubanos, contaba al periodista Ciro Bianchi:
“En la Constituyente logramos participar con seis delegados, una 
representación mínima en el grupo de 76 que formaba la Asamblea. Sin 
embargo, el Partido  jugó allí un papel importante porque planteábamos 
un problema y obligábamos a votar. Había que decir sí o no a la jornada 
de ocho horas diarias y 44 a la semana; había que decir sí o no a una 
serie de medidas progresistas como el reparto de tierras a campesinos, 
el descanso retribuido, el derecho a la educación, la condena a la 
discriminación racial. Como los que estaban allí serían más tarde 
aspirantes a representantes y senadores tenían que pronunciarse a favor 
de esas medidas para no enajenarse el favor del electorado.
“Si esos temas no se ponían a votación, aquella gente habría 
hecho bellos discursos, hubiera hablado muy alto de la patria y sus 
héroes y no hubiera pasado nada más. Gracias a eso pudieron incluirse en
 la Constitución de 1940 algunos preceptos avanzados. Claro que después 
los burlaron; claro que después no hicieron nada por ponerlos en 
ejecución; claro que la eliminación del latifundio ni siquiera se 
intentó, pero por lo menos había allí un programa legal por qué luchar y
 que ejercía influencia en el país, incluso en los representantes de 
otros partidos”.
Ya para 1976 Cuba había recorrido diecisiete  años de cerco y 
agresiones estadounidenses por cambiar las condiciones que Kennedy 
describió tan bien como candidato y que luego quiso retornar como 
Presidente pero eso no fue óbice para que la Revolución cubana lograra a
 través de un amplio debate consolidar un consenso alrededor de esa 
nueva Constitución y de la institucionalización socialista del país, 
legitimado con el voto favorable del 97% de los electores.
A momentos críticos, Cuba siempre ha respondido con más democracia. 
Cuando a inicio de los años noventa del pasado siglo Cuba se encaminaba 
hacia la peor coyuntura económica de su historia bajo los efectos de 
haber perdido el 75% de su comercio exterior y haber descendido un 34% 
en el PIB por la desaparición de las relaciones comerciales con la URSS y
 los países del Este de Europa, a lo que reaccionó oportunistamente 
Washington recrudeciendo el bloqueo, el Llamamiento al IV Congreso del 
Partido fue discutido en miles de reuniones que se llevaron a cabo no 
sólo en núcleos del Partido, sino también en todos los centros de 
estudio y trabajo. Poco tiempo después, ante la necesidad ineludible de 
un ajuste fiscal, abordado en 1993 por la Asamblea Nacional, se 
convocaron por decenas de miles los llamados Parlamentos Obreros para 
debatir los cambios. Estos foros fueron realizados  en los meses 
siguientes para considerar las propuestas; las medidas no se 
implementaron hasta que no terminaron los debates populares, en mayo de 
1994, y varios de los ajustes evaluados por la Asamblea inicialmente 
fueron abandonados por las objeciones de los trabajadores.
En 2007, cuando el impacto de la enfermedad de Fidel creaba 
incertidumbre más allá de las fronteras cubanas y comenzaba la tarea de 
continuar la Revolución sin su fundador en el gobierno y en medio de las
 amenazas de la administración de George W. Bush, el debate del discurso
 de Raúl el 26 de julio en la ciudad de Camaguey abarcó todo el pais y 
sus planteamientos fueron la base para elaborar los Lineamientos de la 
Política Económica y Social que luego se sometieron al VI Congreso del 
Partido y la Asamblea Nacional y guían, renovados con otro debate 
similar antes del VII Congreso, el trabajo del gobierno cubano. Igual 
sucedió con la Conceptualización del Modelo Económico y Social que es 
una de las bases del proyecto de Constitución que el 13 de agosto 
comenzará a debatirse en 135 000 asambleas de trabajadores, estudiantes,
 militares y vecinos.
Aunque en mucha menor proporción, en Cuba también está presente, 
fundamentalmente en el ámbito mediático, la influencia de lo que el 
ensayista Atilio Borón ha descrito como 
“nuevas formas, cuyo eje se 
basa en un pacto estratégico con los medios de comunicación de masas, 
los cuales la derecha latinoamericana domina a su antojo. También en 
EE.UU. las clases dominantes sujetan a la prensa de una manera similar. A
 ello debemos agregar que gracias a los programas y tácticas denominadas
 de “buenas prácticas”, ellos llevan a Norteamérica a jueces, fiscales, 
comunicadores, académicos y periodistas, y los introducen en cursos 
técnicos donde se imparten clases sobre estas buenas prácticas para 
ejercer en el ámbito de la justicia, en el periodismo, en la enseñanza y
 la investigación. En realidad son cursos de formación ideológica y 
adoctrinamiento.
(…) 
“una Escuela de las Américas, ya no para militares, sino para 
adoctrinar a estas otras categorías sociales que son las que fomentan 
las iniciativas destituyentes y que actualmente gozan de gran 
predicamento.”
Descolocados por un debate popular que les sube la parada, la élite 
de los adoctrinados ha tratado de poner en circulación desde la 
maquinaria mediática empollada durante la administración Obama la 
doctrina de una democracia al gusto de sus patrocinadores que el pueblo 
cubano ya ha superado.
¿Que la democracia cubana es perfectible? Lo es y una vía para 
mejorar esa democracia es la consulta que comienza, sin exclusiones, y 
que ha abierto espacio para que participe también todo cubano residente 
en el exterior.  Es que ante las situaciones críticas las dictaduras 
responden con más represión, las revoluciones con más democracia, como 
vimos sucedió en Venezuela con la Asamblea Constituyente que acabó con 
la violencia de un día para otro. Vayan a decirle a los ciudadanos 
estadounidenses que pueden nominar directamente los candidatos a las 
asambleas de las que salen sus congresistas sin que intervenga el 
dinero, o a los españoles que tienen derecho a ser consultados sobre lo 
que en 2014 acordaron el PP y el PSOE al modificar la Constitución para 
cumplir con el antidemocrático Banco Central Europeo antes de con sus 
ciudadanos y limitar los gastos sociales.
“…hemos tenido que construir un parlamento en una 
trinchera”, dijo tiempo atrás el poeta Cintio Vitier, y desde  este 13 
de agosto Cuba persistirá en dar voz en ella a las mayorías despreciadas
 en la nueva Escuela de las Américas.
La Pupila Insomne