Por Arthur González.
En una carrera contra el tiempo, los “disidentes” cubanos fabricados
por la CIA y financiados con parte de los 20 millones que anualmente
aprueba el presidente Barack Obama para las acciones subversivas contra
Cuba, dan gritos de alarma sobre una inventada represión contra ellos,
con el fin de conformar una situación totalmente virtual.
Cada vez son más los visitantes que llegan al país y constatan las
mentiras que publican los medios de prensa al servicio de Estados
Unidos, incluidos estudiantes, académicos, religiosos, intelectuales y
artistas de renombre internacional, que regresan a su país comentando la
realidad cubana, la plena libertad con la que se movieron por los
barrios más populosos, observando con asombro la seguridad existente.
Eso mismo les sucede a los diplomáticos extranjeros incluidos los estadounidenses al llegar a Cuba.
Ninguno de los casi tres millones de viajeros que Cuba recibe
anualmente observan esas “acciones represivas” que dicen sufrir los
asalariados de Washington; por el contrario, ven a una decena de mujeres
rozagantes de salud, bien vestidas, y con exceso de peso que demuestra
que ninguna pasa hambre, ni presentan signos de violencia.
La misma imagen exhiben los hombres que declaran ser “reprimidos”.
Sin excepción, todos están musculosos y correctamente calzados y
vestidos, con teléfonos móviles de última generación recibidos desde
Estados Unidos, y sin huellas de represión.
Mujeres y hombres gozan de libertad de movimiento, de reunión para
conspirar abiertamente contra el Estado, ofrecen conferencias de prensa y
calumnian a diestra y siniestra al Gobierno revolucionario, e incluso
poseen sitios en Internet o revistas digitales, desde donde acusan e
inventan situaciones extremas, sin que ninguno sea reprimido por
hacerlo.
Ante el nuevo acuerdo de la Unión Europea y Cuba, donde se elimina la
llamada Posición Común, aplicada desde 1996 a propuestas del español
José María Aznar por indicaciones de la mafia anticubana de Miami, los
“opositores” intentan impedir su firma porque los dejaría en una
situación muy difícil con peligro de no recibir más financiamiento
externo y perder las continuas invitaciones para sus viajes turísticos
por Europa.
Ese es el motivo de sus campañas de prensa, divulgadas por los sitios
digitales anticubanos con dinero de Estados Unidos, donde los
principales actores de la contrarrevolución hacen declaraciones que
causan risa, especialmente para los que visitan la Isla, los
diplomáticos acreditados, los representantes de las diferentes
religiones, e incluso para las más de cien agencias de prensa extranjera
radicadas que nunca presencian tales “acciones represivas”.
Para reforzar las matrices de opinión que desde hace casi 60 años
tratan de imponer contra Cuba, los sitios contrarios a la Revolución
divulgan cintillos dramáticos afirmando: “vienen tiempos aún más
difíciles para la oposición, se vaticina más violencia”.
Si realmente existiera esa inventada represión todo el pueblo la
conocería, e incluso muchos se sumarían para combatirla, pero la
realidad habla por sí misma, los grupos contrarrevolucionarios no
crecen, disminuyen con la emigración o por el abandono debido a las
contradicciones, casi siempre monetarias.
¿Cómo puede explicar Berta Soler y su esposo Ángel Moya, el haber
podido llevar a cabo la compra de una residencia de tres niveles en una
zona residencial de La Habana, si ambos declaran a toda voz que son
reprimidos?
Quienes viven en países donde existe una verdadera represión conocen
que eso resulta imposible, dada las diferentes medidas que adoptan los
cuerpos policiales; si no que le pregunten a los mexicanos, hondureños o
guatemaltecos para que les den una amplia y detallada explicación.
Berta viaja a Estados Unidos casi todos los meses y en fecha reciente
junto a otros de los que declaran ser “reprimidos”, volaron hasta
Birmania, en el sudeste asiático, invitados por especialistas de la CIA
en temas subversivos, con el objetivo de que palparan el proceso de
transición llevado a cabo, donde una líder de la oposición ahora tiene
un cargo principal en el nuevo gobierno.
¿Alguna persona que sufre de acoso real puede salir de su país
libremente, a sabiendas que lo hace para recibir preparación por
funcionarios extranjeros que pretenden derrocar el sistema socialista?
Las acusaciones que les han orientado ejecutar a Berta Soler, Ángel
Moya, Laritza Diversent, Manuel Cuesta Morúa, Kirenia Yalit Núñez Pérez,
Antonio González-Rodiles, José Daniel Ferrer, Dagoberto Valdés, y
Elizardo Sánchez-Santa Cruz Pacheco, carecen de sustento, porque todos
visitan Estados Unidos sin el menor reparo de las autoridades cubanas,
esas que los asalariados acusan de “reprimirlos”.
Muchos son los que han vivido del jugoso oficio de ser “disidentes”
en Cuba, recibiendo altos salarios en dólares, entrenamiento impartido
por diplomáticos de la misión estadounidense en La Habana,
abastecimiento material, y desde enero del 2014 llevan a cabo largas
giras turísticas por Europa, América Latina y los Estados Unidos, como
la reciente estancia por mas de tres meses disfrutada por José Daniel
Ferrer.
Así cualquiera es “disidente”.
Algo bien diferente es la persecución y hasta la muerte que sufren
los verdaderos luchadores por sus derechos en el continente americano,
como le sucedió a Berta Cáceres, valerosa defensora de los derechos
humanos, o a los diez mil mexicanos desaparecidos solo en el 2015.
Por eso no tienen respaldo popular y ningún joven se suma a las
decenas de organizaciones que van creando anualmente para obtener dinero
fácil, algo informado a Washington en el año 2009 por el Jefe de la
Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, quien en un cable
confidencial expresó textualmente:
[…] “No vemos plataformas diseñadas para llegar a amplios sectores de
la sociedad cubana, sino que más bien dirigen sus mayores esfuerzos a
obtener recursos suficientes para solventar las necesidades del día a
día de los principales organizadores y sus seguidores…”
Eso lo prodrá comprobar personalmente la esposa del vice presidente de los EE.UU. en su proxima visita a Cuba.
Evidentemente los disidentes perdieron el decoro, si es que algún día lo conocieron, pero como afirmó José Martí:
“Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres”.
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